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VIII

RELACIÓN DE HECHOS PARA LA DIAGNOSIS DE LA PACIENTE

-    jueves. Espera una llamada. Dos menos cuarto, dos, dos y cuarto, dos y veinticinco. Dos y media. No hay llamada.
-    jueves-tarde. Espera una llamada. Llama ella. No puede hablar.
-    viernes-tarde. Espera una llamada. De seis y media a siete. Sale a la calle pero llega corriendo a las seis y veinte. No hay llamada.
-    sábado. No espera. Llama. Imposibilidad hablar. Enfermedad, desgana. No disponibilidad.
-    domingo. Espera una llamada. No hay llamada.
-    lunes. Espera esa llamada. No hay llamada.
-    martes. Espera esa llamada. No hay llamada.

COMENTARIO AL TEXTO, DIVERTIMENTO O JUEGO

La reiterada repetición de la palabra espera indica una permanente disponibilidad hacia algo o alguien que puede haber anunciado su presencia o su llegada, o no. Esto es indiferente, en general, a la actitud del que espera, no así en este caso, en el que, en alguna ocasión, se deja traslucir la intención del esperado en el apartado 3. La reiteración, por otra parte, del vocablo espera manifiesta una insistencia en el acto de esperar que se traduce en esperanza, confianza en el hecho de recibir lo esperado.

Lo esperado es una llamada, palabra que se repite, asimismo, en todos los apartados. Su valor pasivo incide directamente en la actitud de espera del sujeto principal, que no actúa, no realiza acciones –en general- en este texto, sino que las recibe o, al menos, espera recibirlas. Es más un receptor que un agente. Esta actitud receptiva del sujeto nos dice de él que se encuentra abierto, entregado, confiado y crédulo a lo que le ofrezca  esa llamada.

Llamar significa “apelar”, “decir el nombre de alguien en voz alta para llamar su atención”. Ella espera la llamada de él, lo que quiere decir que está dispuesta a darle toda su atención, que tiene el oído y todo su cuerpo esperando escuchar su nombre. Por eso le aguijonea el teléfono cada vez que suena.

Llamar, en un sentido más amplio, significa también “hablar”, comunicarse mediante el lenguaje, y este verbo aparece también en nuestro texto en un par de ocasiones. Precisamente cuando nuestro sujeto paciente se convierte en agente y es ella la que llama. Sin embargo, en ambas ocasiones el verbo aparece negado, mediante fórmulas distintas, que suponen una gradación in crescendo:
        “no puede hablar
        “imposibilidad de hablar”

La segunda negación es de mayor rotundidad que la primera. Por tanto, debemos concluir que la comunicación que podría expresar el verbo que nos ocupa, hablar, queda totalmente anulada por las negaciones que la acompañan. No hay pues comunicación. Ni cuando nuestro sujeto es agente ni cuando es paciente. Cuando es agente, la falta de comunicación proviene de agentes externos a las dos personas de las que hablamos –ella y él-. Él no puede hablar: no se especifica pero podemos deducir que hay obstáculos ajenos a su voluntad para que no pueda hablar. De otro modo, habría dicho “no habla” o “no quiere hablar”.  Imposibilidad de hablar: al utilizar un sustantivo abstracto no se precisa dónde reside la dificultad de hablar. No hay un agente expreso. Enfermedad, desgana, como sustantivos, expresan realidades ajenas a la persona que las sufre. Por tanto, fuera también de su voluntad.

Pero cuando ella es el sujeto paciente que espera tampoco hay comunicación. Llamada está negado siempre, en las mismas frases que comienzan con la espera:
            No hay llamada

El sujeto que debería realizar la acción de llamar no existe, la acción no llega a producirse. Quiere decirse con ello que este sujeto no llega a “llamar la atención” de la que espera, no llega a “pronunciar su nombre” “en voz alta”, no llega a “comunicarse con ella”, frustrando de este modo la espera insistente y haciendo de la mujer abierta, entregada, confiada y crédula, un escudo, un arca, un pozo en que va cayendo su fe. “Ser llamada” es ser necesitada.

Las referencias temporales a los días de la semana, días consecutivos, a veces partidos en dos (mañana y tarde) dilatan la espera en el tiempo, lo mismo que las referencias a la hora (dos, dos menos cuarto,…). La dilatación en la espera resulta siempre angustiosa, sobre todo cuando cada ciclo (jueves, viernes,…) se cierra con una negación que prolonga una espera infructuosa para el día siguiente, siempre por venir.

["ELLA Y ÉL"]

 

 

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